Es el cadáver de mi novia, eso es lo que me hace hablar contigo, aunque seas su asesina.
Ahora ya no estoy. En un acto de venganza irónica, he matado también a tu novio. Y tú me ayudaste. Eres la autora material de la muerte de mi novia, y autora intelectual de ese crímen que me obligaste a cometer.
Sin embargo, la venganza no me produce paz. Es un crímen que me duele. El cadáver de tu novio también es un bello cadáver. He matado a un gran hombre. Él dió pelea, se defenfió con lágrimas. Lanzaba golpes de paciencia y afecto. Él esperaba que tú acudieras en su rescate, pero no llegaste. No pudo contener su grito impotente, cuando supo que tú misma orquestaste su muerte.
Su fin no fué rápido. Tú lo torturaste bastante, y yo, yo solo terminé el trabajo. Si. En verdad, tu acabaste con los dos. Mi novia murió en tus manos, y tu novio murió en tus brazos. Es más, aún no se si realmente yo lo maté, o si solo fuí, como siempre, un instrumento tuyo.
Mas el hecho es que ahora soy un asesino. Me has vuelto un criminal. Ahora soy como tú. No siento. Insensible soy. Pero yo puedo cambiar, puedo volver. Volver a lo que era, mas no a lo que estaba, pues mi novia ha muerto. Me retiraré del odio, dejaré de pensar en mi novia y en su asesina. Porque no quiero ser asesino.
Pero ya lo soy, solo me queda volver a casa, hallar de nuevo lo viejo, para ser menos como tú y más como yo.
Sin emabrgo, una cosa me preocupa, pues ambos somos ahora criminales. Yo no te recriminaré tu delito, pues ya me he vengado, y ya te he perdonado. Tu no recriminarás em mío, puesto que tú misma lo cometiste.
Y al final, quedan dos homicidas y dos cadáveres. Pero yo solo tengo un cadáver... quién se quedó con el otro?
El otro, el otro se quedó en la vera de tu camino.