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Uno de esos, que algunos consideramos grandes arquitectos, tan grande fue que, en solo siete jornadas, y prácticamente sin asesoría, edificó lo que después llamaría el “Edén Social Club”; del cual, además de ser el constructor, era el dueño, administrador, barman y guardia de la puerta.
Simpático lugar este “Edén”. Pese a que entraba todo tipo de animal, se armaban muy buenas fiestas, mucha comida, bebida y demás.
En una ocasión, el barman-dios, presentó una enorme botella de Zhumir Manzana, en pleno medio del club. Y, seguramente, esa botella era para la hora loca, porque, pese a dejarla a vista, gusto y alcance de todos los fiesteros, el barman-dios dijo: “Podeis beber de todas las botellas del Edén, menos de esta”. Y nadie entendía por qué había decidido así el barman-dios, pero como también fungía de guardia de seguridad, y estaba grandote, y gritaba fuerte, todos decidieron no complicarse, y seguir la fiesta.
También estaba en la fiesta el mamífero bípedo. Si, ese que, por ser el mimado de la creación aprendió a ser estúpido, y aniñado, además.
Este mamífero bípedo, curioso y travieso, decidió omitir obediencia al barman-dios; y, dándose modos, tomó la botelllita de Z-Manzana, se la llevó, se la abrió y se la bebió. Luego nos enteramos que, todo este afán aventurero, no era, sino, para complacer el capricho de su pareja. Así, fueron descubiertos, bebiendo el licor prohibido.
Llegó, presto, el barman-dios-guardia, grandote como gorila, con su camiseta negra en la que se leía “staff”, los reprendió diciendo: “Puesto que me han desobedecido, deberán dejar el Edén”.
Claro, había que negociar el asunto, así que, el ebrio bípedo entabló discusión con el barman-dios, en estos términos:
Oye, no seas malito, por una botella como te haces drama.
Debeis salir!
Pero si todos están farreando igual, ultimadamente, yo pagué mi entrada!
Nos reservamos el derecho de admisión.
Déjate de pendejadas, me haces quedar mal con la novia, no hagas pito.
Es vuestro problema el haber desobedecido.
A la mierda! Pero si ella es la que me dice que coja la botella, que no me ha de pasar nada, que rico es el Z-Manzana. Yo ni sabía que no se podía coger, no fue mayor cosa.
Vos sois responsable por tus actos, no culpes a tu mujer.
Carajo! Que esta mujer ya me cuesta una costilla, una botella y, ahora, hasta la fiesta!
Salid!!
No seas malito...
Salid os digo!!!
Dicho esto último, el guardia-dios, tomó a la pareja (no me pidan explicar de qué parte los tomó, porque estaban desnudos) y, haciendo gala de su grandísima fuerza, los hechó del Eden Social Club por la puerta de servicio. A un charco fueron a aterrizar los dos. Indignados quedaron, sobre todo él, quien reclamaba a viva voz su derecho a estar dentro del Edén, mientras sostenía en alto el boleto de ingreso a la fiesta.
Ella, descomplicada, solo quería ir a casa, pero las llaves quedaron dentro del Edén. Jodidos estaban, necesitaban y querían entrar, pero no les era permitido.
Vagaron por las calles frías, durmieron como pudieron bajo la luz de las estrellas, pensando en la manera de cobrar venganza. Y es que así funciona esto: no existiera venganza si no existieran motivos. No es malo quien se venga, sino quien motiva esa venganza. La venganza es un acto de justicia, no de soberbia. La venganza es justa porque empareja la situación.
Organizaremos otro Social Club!- dijo él,
Yo tengo un amigo que nos puede poner el capital – dijo ella.
Dicho, buscaron al capitalista, un tal Lucio Fernando, que de cariño le decían LuciFer. Simpático y poderoso caballero, muy rico y descomplicado, además. Gustoso aceptó la propuesta de inversión de este par de bípedos. Vió, el inversionista, con muy buenos ojos eso de meter gente a un lugar, darle algo de bienestar y, con eso, cobrarle la vida entera.
El modelo de negocio no lo inventó LuciFer, solo lo copió del barman-dios. A la final, no son muy diferentes uno del otro, a la hora del té, el negocio es igual, cobran lo mismo y ofrecen lo mismo. Aunque, LuciFer, hábil negociante, ofrece ciertos valores añadidos que, conforme dicen, atraen a más gente.
Pronto, la guerra comercial se expandía, cada uno reclamaba más espacio de mercado. Al jugoso negocio se presentaron más inversionistas, cada uno buscaba ponerse su propio “Social Club”. Los dos primeros no desaprovecharon el negocio, y se asociaron con los nuevos, así, a la fecha, existen cientos de estos clubes, unos con aportaciones del barman-dios, y otros del Lucio Fernando. Muchos nombres diferentes, mucho clubes diferentes, unos que dicen ser testigos del barman, otros que dicen que LuciFer les ha pedido pagos de sangre. Al final, el objetivo es uno solo: llenar sus clubes con más gente, obtener más dinero y más poder.
Dios crea el negocio, los descolados buscan venganza, LuciFer, inocente inversionista, ve un buen negocio. Entre los descolados y LuciFer copian el modelo de negocio de Dios. Otros tambien aprovechan.
Luego, Dios inició su campaña de marketing, vendiendo la idea de que su club es VIP, y que todo lo que se hace en los demás clubes está mal, el peligroso o insano. Convenció a sus fanáticos de emprender lucha contra los asistentes a otros clubes, inició guerras y promovió masacres. Todo, con el fin de mantener el negocio a flote.
¿Donde está el mal, si todos los clubes son, básicamente, iguales?
Este es otro origen del mal: la venganza de los descolados y la campaña publicitaria del primer negociante.